Hablemos de suicidio

El 10 de septiembre es el Día Mundial para la Prevención del Suicidio. 

Estamos acostumbrados a que sea un tema tabú, un tema que parece que compete a la persona que lo está sufriendo. Y no sólo es un problema del individuo, de la persona que lo está sufriendo, sino que es un problema global, los datos nos lo indican, y debemos trabajar de forma conjunta en ello.

Por eso queremos acercarnos del tema, ofrecer una perspectiva diferente del suicidio y algunas claves para poder acercarnos a las personas que lo sufren.

  • DATOS

«Es la primera causa de muerte no natural en España».

«En España, en torno a 11 personas se suicidan cada día, un suicidio cada 2 horas». «El año 2020 se convierte en el año con mayor número de suicidios registrados en España desde que existen datos (1906). En total, fallecieron 3.941 personas».

«Cerca de 800.000 personas se suicidan cada año en el mundo, siendo la segunda causa de muerte en personas de 15 a 29 años».

  • «UNA OPCIÓN PARA DEJAR DE SUFRIR»

Qué os parece si os hablamos del suicidio como un intento de solución. Inicialmente puede resultar alarmante, pero no lo es tanto.

Estamos acostumbrados a escuchar hablar del suicidio como un pozo sin fondo, y lo es, pero un pozo de tristeza, de apatía, de depresión, cuando la persona está metida hacia sí misma, hacia dentro, apagada, desconectada del mundo. Y es así, la depresión podría considerarse un factor de riesgo para tener ideas de suicidio o llevarlo a cabo, pero nos gustaría que lo entendiéramos desde otra perspectiva.

En lugar de tristeza, qué tal si pensamos en desesperanza. Desde la desesperación de no poder soportar el malestar de verse mal de forma continuada, desesperación de sentir una gran desregulación emocional, de sentirse culpable por lo que le sucede y no ser capaces de salir de ahí, sentirse impotente, con frustración… Desde esa gran desesperación, a veces la persona ve el suicidio como un alivio, como la única opción que les produciría descanso, cierta calma, una forma de acabar con el sufrimiento, de acabar con los problemas, de terminar con esas sensaciones que le paraliza.

  • ¿CÚANDO DEBEMOS PREOCUPARNOS?

La presencia de ideas de suicidio siempre debe preocuparnos. 

Pero es importante hacer una diferenciación. Es importante diferenciar entre una idea de muerte, una idea de suicidio, una planificación suicida… Tratamos de explicarlo un poco mejor: todos tenemos ideas de muerte, la muerte es algo recurrente en nuestras mentes, y no por ello significa que queramos morirnos o terminar con nuestra vida. Otra cuestión es la fantasía de suicidio, como una idea que aparece en nuestra mente como una forma de acabar con el sufrimiento como comentábamos. Y ante esto, debemos estar atentos. Cuando la fantasía de suicidio va cogiendo forma, la persona ya busca formas de hacerlo en internet, piensa en cómo podrían hacerlo, la fantasía se va desarrollando, van aterrizándose esas ideas, y ahí debemos estar atentos porque en un acto impulsivo, sin una necesaria premeditación, puede cometerlo.

Pero las fantasías cobran valor en un espacio de intimidad, cuando están en secreto, cuando la persona no lo comparte, nadie tiene acceso a ellas, sólo esa persona que está como «hacia dentro». Por eso es importante contarlas, ponerlas en palabras, compartirlas, traducir esas fantasías, poder darles una narrativa, un discurso. 

Hablar del suicidio es sacar a la persona de su mundo, de esa cueva en la que se ha metido.

  • ¿POR QUÉ LAS PERSONAS NO LO CUENTAN?

Pueden ser varios factores los que hacen que sea así. Es algo muy íntimo, pero el suicidio lo asociamos de victimismo. 

Por un lado, tendemos a creer que la persona lo hace por llamar la atención, en lugar de hacerlo desde la desesperación. Frases del tipo: «si realmente lo quieres hacer, no avisas», «si quieres hacerlo, hazlo ya» o «no marees, no preocupes». Y esto es erróneo. A veces la persona tiene días buenos y no tiene esas ideas, otros días son de profundo malestar y aparecen esas fantasías.

Otra de las emociones frecuentes es la vergüenza. Por eso no lo verbalizan, no lo cuentan. La persona teme que se le culpe de exagerada, que se le juzgue de cobardía por no ser capaz de cometerlo, de que no se le crea que va en serio… La vergüenza suele tener que ver con personas extremadamente exigentes consigo mismas, que se culpabilizan de estar donde están, de no tener recursos para salir de ese bucle, se culpabilizan incluso de tener esas ideas de suicidio.

  • ¿CÓMO PODEMOS AYUDARLES?

Debemos entender que no tenemos varita mágica para impedir que una persona termine culminando un acto de suicidio, pero sí podemos acercarnos a la persona y ser un apoyo en momentos tan delicados. 

Es importante poder hablarlo, que estas ideas tengan su espacio, con profesionales, pero también en el entorno cercano. No se trata de ser insistente, pero sí de no mirar para otro lado. La familia o amigos, incluso los terapeutas como personas humanas, tendemos a asustarnos si tenemos a alguien cercano en una situación así, vemos nuestro miedo más que la emoción del otro. Es importante poder hablarlo con la persona, escucharla, validar lo que está sintiendo (eso no significa animarle a hacerlo, pero sí comprender cómo se está sintiendo, como un intento de solución a acabar con el sufrimiento) y animarle a que recurra a un psicólogo para trabajar sobre esto. 

No es positivo restarle importancia, culpabilizar con el daño que puede ocasionar a su gente cercana. Sino entenderle y sacar a la persona de esa soledad, que pueda conectar con otra emoción, alguna más agradable, como, por ejemplo, nuestro cariño, nuestra comprensión, nuestro apoyo, como un lugar seguro al que recurrir (y hablo de profesionales también). Estas emociones son vitales, acercan a la vida, y no a la muerte.

Finalmente, en un tema tan peliagudo pero tan necesario de compartir, os dejamos algunos teléfonos puestos al servicio de todas las personas.

024 – línea de atención a la conducta suicida.

717 003 717 – teléfono de la esperanza..

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